Dios nos inspira a ser siempre audaces. Sin embargo, cuando nos enfrentamos a situaciones difíciles mientras predicamos el Evangelio, a veces nos invade el miedo y nuestros cuerpos y mentes se congelan. Incluso mientras escuchamos las palabras de Dios: “No temas, porque yo estoy contigo” (Isaías 41:10), hay momentos en los que nos enfocamos en prestar atención a las circunstancias que se desarrollan frente a nuestros ojos en lugar de la razón subyacente. .

Si los que dan testimonio de la verdad vacilan y vacilan, la obra del evangelio no puede llevarse a cabo. Cuando nos damos cuenta de lo grande que es nuestro Dios y estamos convencidos de que Dios mismo está dirigiendo la obra del evangelio, podemos ganar audacia y todas las obras del evangelio pueden ir bien. Los que entienden a Dios predican el evangelio. Debemos depender completamente de Dios Padre y Dios Madre para decirnos que Dios viene a esta tierra.