Sorprendentemente, el reino de los cielos es nuestro hogar.
Dios nos ha prometido la herencia del cielo.
Si pensamos en este hecho, aunque sea difícil ahora, podemos superar todo felizmente.
Recorramos el camino de la fe con gratitud, pensando cada día en nuestra patria, el Cielo.
Doy gracias a Dios Padre y a Dios Madre por darnos a conocer y guiarme a nuestra patria espiritual.

Todos tienen una ciudad natal donde nacieron.
Algunas personas continúan viviendo en su ciudad natal, mientras que otras dejan su ciudad natal y se van a vivir a otro lugar.
Sin embargo, todos añoran su ciudad natal y desean regresar.
Así es nuestra alma.
La Biblia nos dice que hay una ciudad natal separada para nuestras almas, y ese lugar es el cielo de los cielos.
Y dado que se dice que aquellos que desean el cielo tendrán la oportunidad de regresar, debemos aprovechar esa oportunidad cuando se presente.
Para llevarnos al cielo, Dios tomó la forma de la carne y vino a esta tierra con la verdad del nuevo pacto.
Incluso cuando nos olvidamos del Cielo, Él recorrió el camino de innumerables dificultades para iluminarnos.
Nunca debemos olvidar el amor de Dios que nos lleva al reino de los cielos.

Gracias por el gran amor del Padre y la Madre celestiales por hacernos saber que esta tierra no es nuestra ciudad natal, sino que solo el país celestial es nuestra ciudad natal y permitirnos caminar por el camino de la fe con esperanza en el cielo.