Cristo se sacrificó a sí mismo por nuestros pecados según la Biblia.
Llegó en forma de persona débil e insignificante y fue calumniado, criticado e insultado por los líderes religiosos de la época, murió en un dolor indescriptible y soportó todo tipo de humillaciones y sufrimientos con la determinación de salvarnos la vida.

Mateo 28: 18-20 dice, así como vine a esta tierra para salvar vidas, así también ustedes van y predican el evangelio a toda criatura debajo del mundo para salvar las vidas de todas las personas.

Detrás de la misión del evangelismo, está la voluntad oculta de Dios de que sus hijos vivan como Cristo.

A los ojos de Dios, la humanidad estaba en un estado de muerte debido al pecado (ver Mateo 8:22; Romanos 6:23).
Para salvar a esa humanidad, Dios mismo vino a esta tierra en un cuerpo físico, alimentó Su carne y bebió Su preciosa sangre.
La ley de vida establecida para este propósito es el nuevo pacto.

Así como Cristo nos dio vida a través del nuevo pacto, si queremos vivir como Cristo, debemos predicar el nuevo pacto al mundo.
Es la voluntad de Dios que no solo esa nación sino todas las personas del mundo guarden el nuevo pacto y reciban la vida eterna.

Date cuenta de que la sangre de Cristo, derramada gota a gota, se ha convertido en el elixir de la vida y el perdón de los pecados.