Dios se compadeció de las “vidas como gusanos” y los hizo Su pueblo a través del convenio, las ordenanzas y las leyes, y los hizo Sus hijos. Como resultado, se nos ha dado la salvación y la vida eterna, por lo que debemos mantener fuerte nuestra relación con Dios para que nada en el mundo pueda separarnos del amor de Dios (ver Job 25:4-6, Romanos 8:35). Cuando estalla una guerra en un país, si hay familiares o conocidos allí, se interesan, pero en los casos normales es porque piensan que no tiene que ver con ellos mismos que la gente no le presta mucha atención aunque muchos se sacrifican vidas. Del mismo modo, si no hay una relación con Dios, no importa cuán inteligente, talentoso o poseedor de poder, no habrá significado para Dios, y el reino de los cielos estará muy lejos para esa persona.
Por lo tanto, debe haber una relación inevitable entre Dios y nosotros. Jesús nos enseñó que al guardar las ordenanzas de Dios, tendremos una relación con Él. En Samaria y hasta los confines de la tierra, en cualquier parte del mundo, somos los únicos que tenemos una relación con Dios. Conduzcamos diligentemente a aquellos que no han tenido nada que ver con Dios por el camino de la salvación para que puedan restaurar la relación de padres e hijos espirituales a través de la carne y la sangre de Cristo. De esta manera, os pido que os convirtáis en la familia de Sion que finalmente trae la graciosa noticia de que el evangelio mundial se ha completado a la Madre en Jerusalén.