Dios dijo que los santos son la luz y la sal del mundo. Para servir como luz y sal del mundo, debemos tener buenas obras y un buen corazón que sean rectos a los ojos de Dios.

La Biblia nos enseña a convertirnos en hijos del cielo que hacen el bien, junto con el mandato de “no os conforméis a esta generación” (Romanos 12:2). Incluso las personas que no creen en Dios suelen decir: “Si haces el bien, irás al cielo y si haces el mal, irás al infierno”. Todos deben recordar que no solo nuestras creencias sino también nuestras buenas obras son factores importantes en nuestro juicio en la encrucijada entre el cielo y el infierno. Por supuesto, puede haber momentos en los que esté molesto y enojado, pero si permanece en Dios, que es amor, ¿no debería ser paciente, lento para la ira y tener una personalidad amable? Al hacerlo, espero que se conviertan en miembros llenos de gracia de la familia de Sión que guardan plenamente el mandamiento del amor a través de las buenas obras, dan alegría al Padre y a la Madre y glorifican a Dios en todo el mundo.