Cuando éramos los hijos de destrucción, Dios Madre, la Jerusalén celestial ha descendido del cielo a esta tierra. Esto se debe a que ella nos ama mucho. Y Ella nos hizo ser hijos de la promesa, la cual es la vida eterna. Si Dios Madre no viniera a esta tierra ni cargara nuestros pecados, ¿ cómo habríamos recibir la salvación y regresar a la patria celestial ? De ninguna manera. Por esta razón, los hijos de Dios Madre deben estar gozosos y darla miles de gracias. Y también tienen que pronunciar su gloria al mundo entero.

Is.66:10 Alegraos con Jerusalén, y gozaoscon ella, todos los que la amáis; llenaos con ella de gozo, todos los que os enlutáis por ella.

La Jerusalén con quien debemos gozarnos se refiere a Dios Madre (Gá.4:26). Los que reciben y andan con ella son bendecidos porque pueden recibir la vida eterna y salvación. Por lo tanto, ellos están gozosos y alegres.
Según esta profecía, Dios Madre ha descendido del cielo a esta tierra en cuerpo y mora con nosotros en Sion, donde se celebran las fiestas solemnes del nuevo pacto. Caminemos junto con ella con gozo y alegría en todo y glorifiquemosla al mundo entero a fin de que reciba gloria, honra y alabanza por los siglos de los siglos.